¿Cuál es la mayor lacra de las familias de hoy? Según el doctor James Bossard, antiguo profesor de sociología de la Universidad de Pensilvania que dedicó 40 años al estudio de los aspectos más descuidados de la vida familiar, es el modo en que los padres hablan delante de sus hijos. Luego de analizar extensas grabaciones de los intercambios que se dan a la hora de comer, el doctor Bossard escribió: «Jamás imaginé que detectaría un patrón en tales conversaciones familiares. En realidad sólo me proponía averiguar de qué se hablaba en la casa. Pero con asombro descubrí que todas las familias seguían ciertos hábitos de conversación bien marcados y que el más corriente de todos era el de criticar. »En esas familias casi nunca se dice nada bueno de nadie. No paran de quejarse de sus amigos, de sus parientes y de sus vecinos, de casi todos los aspectos de su vida, desde las largas colas de los supermercados hasta la estupidez de su jefe. »Ese ambiente familiar constantemente negativo tiene un efecto desastroso en los niños, de los que un alto porcentaje es antisocial y goza de escasa aceptación entre sus compañeros. Esa pauta de hostilidad que se da en las familias conduce a conflictos entre los miembros de las mismas. Inevitablemente las comidas se convierten en una ronda de insultos y altercados. Los chicos interiorizan ese patrón de comportamiento y luego tienen dificultades para relacionarse con los demás. »Hace muchos siglos destaca el doctor Bossard un gran Maestro nos indicó que es mucho más importante lo que sale de la boca que lo que entra en ella». Ese maestro fue Jesús, y esas sabias palabras se encuentran en Mateo 15:11. Las palabras de una persona llena del amor de Dios ejercen una atracción magnética sobre los demás. Cuando el corazón arde con amor, no es preciso esforzarse por expresarse con sentimiento o ternura, pues todas las palabras que uno dice tienen un sabor y una fuerza que emanan de la profundidad interior. El problema no radica en la lengua, sino en el corazón. Las palabras son el medio por el que comunicamos a los demás lo que abriga nuestro corazón. Las palabras revelan nuestro estado interior: «El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas» (Mateo 12:35). No hay, pues, modo alguno de cambiar el tenor de nuestras palabras, como no sea transformando el espíritu del que brotan. Se precisa una transformación del corazón. Si lo que necesitas es un giro de esa naturaleza, comienza por rezar. Dedica luego tiempo a Jesús - fuente de toda bondad, amabilidad y mansedumbre - y en breve te darás cuenta de que tus palabras influyen más para bien en las personas con quienes tienes relaciones afectivas. Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
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Valiosos consejos para los padres - Un presentación en PowerPoint, gentileza de Tommy's Window. La labor de una madre es la más importante que existe. Si dudas de ello, haz un simple sondeo: pregunta a varias personas quién ejerció la mayor influencia en ellas durante su niñez. Da igual que consultes a gente humilde o importante. La respuesta más frecuente será: «Mi madre». Las madres de hoy en día -incluida tú- configuran el mundo del mañana. Cuando tus hijos crezcan, cambiarán el mundo. Puede que no ejerzan influencia en el mundo entero, pero sí en el mundo que los rodea, para bien o para mal. Es tu obligación conducir a tus hijos por buen camino. * Los niños no nacen conociendo las virtudes. Tienen que aprenderlas. * Para ser virtuoso, como para tantas otras cosas en la vida, hace falta mucha práctica. Cuando nos ejercitamos constantemente en las virtudes contribuimos a que echen raíces. Con el tiempo se convierten en algo natural; se vuelven parte de la personalidad. * La familia es la escuela primera y más importante de moral. Es en el hogar donde el niño llega a conocer el bien y el mal mediante la formación y los cuidados protectores de quienes más lo quieren. Los maestros deben ser aliados en la empresa, pero no pueden ser sustitutos. Las escuelas no pueden reemplazar a los padres en la crucial tarea de moldear el carácter del joven. * Enseñe a sus hijos a interesarse mucho en el bien. * «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él». (Proverbios 22:6) * Quizá te consideras insignificante en la vastedad del universo, pero estás creando el mundo en el que vivirán los niños del mañana. Cada decisión que tomas va forjando el legado que les dejaremos. * Los niños de hoy son los líderes del mañana. La formación que los padres dan a sus hijos determina el futuro del mundo. * Invierte en tus hijos: dedícales tiempo y atención, entrégales amor, pues ellos son el futuro. * Lo que enseñas a un niño, con palabras o con actos, queda en él grabado eternamente. * Haz hincapié en brindar a tus hijos la formación equilibrada que necesitan y merecen durante su infancia y juventud. * Si das buen ejemplo a tus hijos en sus años formativos, forjarás con ellos lazos inquebrantables de amor y respeto; y cuando lleguen a adultos, te enorgullecerás de ellos. Mary Roys Todos los años en diciembre pido a mis hijos, Toby y Kathy -de siete y nueve años- que revisen sus juguetes y su ropa y separen todo aquello que ya no usan o que les queda chico. Luego repaso lo que seleccionaron y descarto lo que está muy desgastado. En algunos casos ejerzo mi poder de veto. Lo mejor de lo que queda lo embalo en una caja para donarlo a personas menos afortunadas que nosotros. Además de que así les inculco a los niños una actitud dadivosa, he descubierto que es una buena táctica para que su dormitorio no esté tan atiborrado de cosas y al mismo tiempo dar buen uso a artículos que ya no necesitan y todavía están en buen estado. La Navidad pasada noté que los dos se pusieron un poco más materialistas. Estaban muy pendientes de los regalos que esperaban recibir y muy poco preocupados de lo que podían dar. La cuestión me intrigó. También me pregunté si eran conscientes de su cambio de actitud. Opté por abordar el tema de forma indirecta. -¿Cuál piensan ustedes que es el verdadero sentido de la Navidad? Naturalmente, tenían claro que se trataba de la celebración del nacimiento de Jesús; pero eso fue lo único que atinaron a decir. -¿Creen que Dios nos envió algo defectuoso, algo que le sobraba? -les pregunté. -No -respondió Toby reflexivamente-. Nos dio lo que más quería, Su mayor tesoro. -Ese es el verdadero sentido de la Navidad -les expliqué-. Dar a los demás de lo mejor que tenemos, igual que hizo Dios. Los chicos se lo pensaron un rato e hicieron un plan para obsequiar algunos de sus juguetes preferidos en lugar de entregar los que ya no les interesaban. Toby optó por dar algunos de los autitos de su colección que más le gustaban. Kathy, por su parte, decidió regalar una de sus muñecas. Empacamos esto con el resto de los artículos que habíamos separado, y me llevé a los niños conmigo el día que fui a entregar nuestra donación navideña. Uno de mis principales deberes como madre es inculcar valores a mis hijos. Enseñarles a pensar en los demás antes que en sí mismos constituye una parte importante de ese cometido. Como es lógico, no basta con dar una vez al año algo que nos cuesta un sacrificio. De todos modos, la Navidad es una oportunidad perfecta para ello. Mary Roys se dedica alcoachingde padres de familia en el Sureste Asiático. Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
Uno de los mitos más extendidos de la educación moderna es que darle a un niño todo lo que quiere y dejarle obrar a su antojo lo hace feliz, y a la larga le enseña a tomar buenas decisiones. Según los defensores de esta doctrina, el niño al que se consiente de tal forma se convertirá en un adulto feliz, productivo, de espíritu libre e independiente. En realidad es al contrario. Los niños necesitan límites. Es preciso definirles claramente el comportamiento que se les exige. Es menester impartirles principios morales que diferencien entre el bien y el mal. Un niño consentido y caprichoso se convierte en un adulto exigente y malcriado. Si bien es cierto que se debe dar a los niños la libertad de elegir lo que quieren en muchas esferas, también se les debe enseñar a responsabilizarse de sus decisiones. Cuando los padres son capaces de combinar la libertad y las restricciones de forma equilibrada, los hijos aprenden a escoger bien. Aprenden a ser independientes por el camino de la dependencia guiada. Se hace de la siguiente manera: En primer lugar, hay que enseñar al niño ciertos principios fundamentales de obediencia, la diferencia entre el bien y el mal y que sus decisiones afectan a los demás y pueden tener buenas o malas consecuencias. Luego, poco a poco, a medida que demuestra que es capaz de asumir responsabilidad en cuestiones de poca monta, se le puede dar más independencia y permitir que tome decisiones más importantes, observando en todo momento cómo va madurando, y ayudándolo a entender y aceptar las repercusiones de lo que decida. Así, adquiere la independencia que quiere y necesita, pero no sin antes haber aprendido a hacer uso de ella con buen criterio. Una vez que los hijos demuestran que son responsables, tenemos que manifestar fe en ellos evitando supervisarlos muy estrechamente o repetirles a cada rato las instrucciones, o retomar las riendas cuando nos parece que deberían haber actuado de otra manera. Una transición gradual y asistida de la dependencia a la independencia da como resultado un adulto más equilibrado y competente, que ni depende excesivamente de los demás ni es tan independiente que no pueda relacionarse y llevarse bien con sus semejantes. Si desde temprana edad se le enseña a ser responsable y se lo ayuda con amor a atenerse a las consecuencias de sus actos, madurará rápidamente y adquirirá un cimiento firme que le permitirá hacer frente a las turbulencias típicas de la adolescencia y a toda una vida de decisiones, algunas de las cuales no son nada fáciles de tomar acertadamente. Tomado del libro "La formación de los niños", escrito por Derek y Michelle Brooks. © Aurora Producciones. Usado con permiso.
Los niños necesitan -y aprecian- un patrón de conducta claramente definido. En muchos casos, el mal comportamiento es uno de los medios de que se vale el niño para exigir que se le indique el camino. A continuación reproducimos algunos métodos básicos de probada eficacia:
1. Establecer límites bien definidos Hay que dejar claramente sentado lo que se les permite hacer a los niños en casa y fijar castigos razonables por incumplir esas pautas. Aunque no se pueda intervenir mucho en lo que sucede fuera de casa, se pueden fijar normas de comportamiento aceptables dentro del hogar. 2. Crear una comunicación franca y sincera con los hijos Cuando existe una comunicación abierta entre padres e hijos hay más posibilidades de saber lo que hacen cuando están fuera. Lo ideal es que se sientan con confianza para contar cualquier cosa. Aunque no siempre se esté de acuerdo con ellos ni se les permita hacer todo lo que quieran, deberían confiar con toda tranquilidad en los padres. El secreto para establecer esa comunicación es aprender a escuchar. Uno de los mejores regalos que se pueden hacer a los hijos es demostrar un sincero interés en lo que les sucede, prestándoles toda la atención siempre que haga falta. Al escucharlos concentradamente les estamos diciendo que queremos entenderlos y ayudarlos, que consideramos que vale la pena escucharlos, que queremos que sepan que tenemos fe en ellos y que siempre pueden contarnos sus cosas porque los amamos. Hazles preguntas. Eso no sólo da resultado con los niños, sino con cualquiera. Al hacerles preguntas los ayudas a abrirse y les demuestras que te interesas y preocupas por ellos. Hay que motivarlos a hablar, y cuando ellos hacen preguntas, hay que tener cuidado para no filosofar demasiado ni pontificar, ni aparentar ser algo que no se es. No pierdas la sencillez. Trátalos con amor y comprensión. Y evita darles consejos que tú no aplicarías. Conviene aprender a dar los consejos y respuestas de la forma que les resulte más fácil aceptarlos. 3. Buscar un término medio entre lo permitido y lo prohibido Ayuda mucho pedir a Dios que nos ilumine para determinar qué actividades son inocuas, cuáles hay que vigilar y limitar, y cuáles es necesario prohibir. Es menester buscar un término medio en cuanto a lo que se les permite hacer a los hijos, sobre todo cuando están fuera de casa. Es posible que no se consiga nada prohibiéndole totalmente cierta actividad a un niño mayor o un adolescente; eso podría motivarlo a rebelarse y hacerla a hurtadillas. Tal vez sea más conveniente acordar unos límites razonables con él y hacerlos valer. 4. No escandalizarse demasiado por las apariencias No hay que asustarse de un comportamiento que, aunque se salga de la norma, no sea necesariamente malo o perjudicial. Si nos mostramos tolerantes con cosas que quizás no sean de nuestro gusto pero en esencia sean inocuas, es muy probable que los hijos nos obedezcan cuando nos plantemos firmes con otras que estén mal. Aunque no nos guste la forma en que se viste nuestra hija de doce años, para ella esa no es la cuestión de fondo. Lo importante para ella es contar con la aceptación de los de su edad. Viene bien pedirle a Dios que nos ayude a ver más allá de las apariencias y nos dé paciencia y autocontrol para dejar pasar asuntos de relativamente poca monta. 5. Permitir cierto grado de experimentación No toda la experimentación es mala; cumple una función importante en el proceso de maduración. No conviene tomárselo a la tremenda cuando los hijos mayores dicen o hacen cosas que nos parezcan impensables. Muchas veces se empeñan en escandalizar por puro gusto, para tomar el pelo. Si les demostramos que somos capaces de reaccionar sin alarmarnos, muchas cuestiones se resolverán por sí solas. 6. Hacerles saber a los hijos que uno los ama incondicionalmente Un niño cuya necesidad de amor y atención está satisfecha en casa suele comportarse mucho mejor. Es preciso garantizar a los hijos que se los seguirá queriendo hagan lo que hagan y que siempre pueden contar con nosotros. Parte de ese cariño consiste en no dejarles hacer cosas que sabemos que son perjudiciales, pero dándoles al mismo tiempo la seguridad de que nunca dejaremos de quererlos. Cuando nos ponen a prueba y descubren que nuestro amor por ellos no mengua aunque nos contraríen, se sienten más seguros. Así es más probable que la próxima vez se planten firmes ante las presiones sociales negativas y tomen buenas decisiones. 7. Aceptar a las amistades de los hijos Si te ganas el respeto y la amistad de los amigos de tus hijos, es posible que se aficionen a juntarse en tu casa. Tal vez se incrementen el nivel de ruido y el gasto en alimentación, pero al menos tendrás paz sabiendo dónde están tus hijos y en qué andan. Si en general aceptas a sus amigos, cuando tengas que poner límites a su relación con alguno que tenga mala influencia en ellos, se mostrarán más dispuestos a acceder a tus deseos. 8. Minimizar las influencias malsanas Mientras tus hijos sean pequeños y seas tú quien tiene en la mano el control remoto, escoge para ellos películas, programas de TV, música y juegos de computadora que sean sanos. Es posible que más tarde se rebelen o se sientan atraídos por otros menos sanos, pero al menos les habrás dado un buen cimiento. Se debe hablar de esas actividades recreativas con los hijos mayores y, en tanto que sea posible, tomar decisiones conjuntas. Si entienden y respetan los motivos por los que se les prohíben ciertas cosas, es más probable que los respeten cuando no estemos presentes. Lógicamente, es importante proporcionarles actividades alternativas que sean entretenidas y a la vez edificantes. 9. Enseñarles a tener convicciones firmes Para plantarse firmes ante las influencias negativas y las presiones sociales, los hijos tienen que saber explicar y defender lo que creen, lo que consideran correcto o aceptable y por qué lo es. Aunque no siempre coincidan en todo con nosotros, si entienden nuestra postura con relación a ciertos asuntos y ven que tenemos convicciones, tenderán más a ir contra la corriente de la presión social negativa. Además les ayudará a explicar nuestras creencias a sus amigos. Es de esperar que los hijos no siempre obren con acierto en las situaciones difíciles, pero se los debe elogiar cuando muestren la convicción para hacerlo. Hay que hacerles saber que se entiende lo difícil que resulta y se está orgulloso de ellos. 10. Enseñarles a ser considerados El ejemplo de amabilidad y consideración que se les dé es muy importante. La forma en que tratamos a los demás, sobre todo a los hijos, influye mucho en la forma en que ellos tratan a terceros. Conviene que analices cómo te diriges a ellos. Pregúntate: «¿Cómo me sentiría si alguien me tratara o se dirigiera a mí de la forma en que yo lo estoy haciendo con mi hijo en este momento? ¿Tengo en cuenta la forma en que me dirijo a otros delante de él o donde pueda escucharme? ¿Me río de él o hago chistes acerca de él que podrían humillarlo?» Los niños suelen discutir mucho entre ellos. Se contradicen, ridiculizan y critican unos a otros. A veces discuten por discutir o tratan de demostrar su superioridad humillándose mutuamente. Es importante enseñarles que no está bien considerarse superiores a los demás. Si no se los instruye y corrige, los niños pueden ser muy hirientes con personas que tienen impedimentos físicos notorios, sobre todo otros niños. Es muy importante que aprendan desde pequeños qué cosas no hay que decir y en qué casos es preferible hacer caso omiso del defecto. Hay que enseñar a los hijos a tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos si padecieran el mismo problema o se vieran en la misma situación embarazosa. En general, cuando un niño se da cuenta de que sus actos duellen a los demás, tiene más cuidado con lo que dice y hace y los trata con más consideración. Extraído de "La Formación de los Niños", escrito por Derek y Michelle Brooks. © Producciones Aurora. Usado Con Permiso. Un proverbio chino dice «regala un pescado a un hombre y le darás comida para un día; enséñale a pescar y le darás de comer para el resto de su vida». Este refrán se puede aplicar a enseñar a nuestros jóvenes buenas técnicas para resolver problemas. Al principio puede que tome tiempo enseñar a los hijos a resolver problemas, pero cuenta con que se cosecharán dividendos a largo plazo a medida que aprenden a solucionarlos y tomar decisiones acertadas. Con frecuencia, los padres quedan atónitos al descubrir que si les brindan a sus hijos la oportunidad de resolver sus problemas a su manera son muy capaces e ingeniosos. Inevitablemente, todos los niños encaran innumerables problemas a lo largo de la vida. Son parte de su desarrollo. A medida que enfrentan esos retos aprenden a solucionarlos, lo cual es esencial para tener éxito en la vida. Los niños tienen una capacidad increíble y en buena parte desaprovechada para resolver situaciones. Vale la pena dedicar tiempo a enseñarles a resolver los problemas que se presentan. Saber solucionar problemas es una capacidad que vale la pena que cultiven mientras son pequeños y les será de gran utilidad en la vida. Sin embargo, los padres tendemos a intentar arreglar rápidamente el problema o darle al niño la solución en el acto. Si siempre tratas de resolver todos los problemas de tus hijos, atrofiarás su capacidad para resolver problemas por sí mismos. No trates de solucionar algo a menos que no tengas más remedio. Ayuda al niño a descubrirpor sí mismo la solución. Así demuestras que confías en que es capaz de resolverlo bien. Al principio tendrás que acompañar a tu hijo paso a paso mientras resuelve el problema, y puede que te tome mucho más tiempo que si lo resolvieras tú o le dieras la solución. Pero cuando resuelves el problema por tu hijo lo privas de la oportunidad de aprender una valiosa lección. Aunque es lento, el proceso de aprendizaje forma parte del desarrollo y crecimiento del niño. Sarita le pidió prestada una muñeca a su amiga, y mientras jugaba, le rompió el vestido a la muñeca. —¡Mamá, le rompí el vestido a la muñeca! —gimoteó Sarita. —No te preocupes. Esta noche lo coso y se la devuelves más tarde. Mamá solucionó el problema y Sara está contenta. Pero, ¿qué aprende Sara con este asunto? «Cuando tengo un problema, acudo a Mamá y lo soluciona.» La próxima vez que surja un contratiempo, Sarita correrá a Mamá para que lo resuelva. En este caso en que se rompió el vestido de la muñeca, la forma de solucionar el problema podría ser así: —¡Mamá, le rompí el vestido a la muñeca de Melisa! —Ay, caramba. Es un desgarrón bastante grande. Hum, ¿qué podemos hacer? —No sé. ¿Pedirle perdón a Melisa? —Eso estaría bien. Pero, ¿cómo crees que se sentirá si le devuelves la muñeca con el vestido roto? —Se pondrá triste. —¿Podemos hacer algo para evitarlo? —A lo mejor podríamos arreglarlo. ¿Podemos coserle el vestido? —¡Buena idea! ¿Qué te parece si esta noche le cosemos juntas el vestido a la muñeca? —¡Bueno! Mamá le ha enseñado a Sara a encontrar soluciones. Y al ayudar a su mamá a coser el vestido, Sara participa en la solución. La próxima vez que Sara enfrente un problema, seguramente acudirá a mamá para que la ayude, pero sabrá que hay formas de encontrar el remedio, y que ella puede y debe ocuparse en ello. A medida que ponga en práctica cada día este método de solucionar problemas, aprenderá a descubrir las soluciones por sí misma y adquirirá una destreza muy valiosa para toda la vida. No todos los problemas se resuelven tan fácilmente en la vida, y hay que ayudar a los hijos a entenderlo mientras encaran desafíos mayores. Los pasos que des a diario para animarlos a aprender cómo resolver los problemas les brindarán un recurso mejor para capear los obstáculos y dificultades cada vez más complejos que surjan a medida que se vuelven adultos. Enseña a tus hijos a asumir el reto de descubrir la solución a sus problemas, y les enseñarás una valiosa técnica que los beneficiará a lo largo de la vida. © La Familia Internacional. Usado con permiso. Dar a luz a un bebé y criar un niño es la experiencia más grandiosa de la vida natural. Un niño es un regalo eterno. No lo tenemos por una temporada, sino para siempre. Es obvio que un niño no solo es un regalo divino, sino también una tarea. Aunque se trata de una labor que exige plena dedicación, trae consigo grandes recompensas y beneficios. Debemos estar muy orgullosos de ser padres, porque la nuestra es la tarea más importante del mundo. Al fin y al cabo, labramos el futuro. El mundo del mañana será lo que los padres de hoy hagan de él. Lo forjan los padres según la crianza que den a sus hijos. Nunca debemos menospreciar la formación de nuestros hijos. ¿Sabías que, de todo lo que un niño aprende, lo más importante lo asimila antes de los cinco años? Piensa entonces en lo crucial que es impartirle la debida instrucción y enseñanza durante esos primeros años formativos. Por eso dice la Biblia: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6). No se puede esperar a que el niño cumpla cinco años para empezar a educarlo. Cada día cuenta, y lo que aprende a diario es fundamental. Además de velar por que el niño esté bien alimentado, vestido y protegido, y de asegurarnos que goce de buena salud, los padres tenemos el deber de enseñarle la Palabra de Dios, de adoctrinarlo en Su verdad y estimularlo con Su amor. Algunos padres asumen una postura equivocada. Se imaginan que si el niño aprende, bien, y si no, también. Aunque a los pequeños no se los debe obligar a aprender lo que no quieren, lo cierto es que todos los niños arden en deseos de aprender. Aprender cosas nuevas les reporta mucha felicidad y satisfacción. Al mismo tiempo, son capaces de asimilar mucho más con la guía y estímulo de sus padres que si se los deja aprender por su cuenta. Mi madre y mi padre hacían mucho hincapié en enseñarnos la Biblia, hablarnos del Señor, los valores espirituales y las verdades bíblicas. Los relatos de la Biblia y la Biblia misma tuvieron una influencia enorme en mi vida. Me encantaban y creía en ellos porque sabía que eran la voz de Dios y el Libro de Dios. En consecuencia, mis conocimientos de la Palabra de Dios y sus verdades me sirvieron de guía en mis decisiones y me ayudaron a superar muchas situaciones difíciles cuando me hice más grande. Es fácil enseñar la historia de Jesús a un niño pequeño. Hazlo espontáneamente. Condúcelo a Jesús con tu ejemplo y tu amor, y hablándole de Sus hechos y Su vida. En cuanto tenga edad para entender el concepto de papá y mamá —unas personas que lo quieren, que velan por él, que participaron en su creación y lo trajeron al mundo—, ya está en condiciones de aceptar a Jesús y Su regalo de salvación. Explícale que tenemos un Padre invisible que está en todas partes y nos quiere mucho, pero como todos nos hemos portado mal y merecemos que nos castiguen, envió a Jesús a sufrir el castigo por nosotros. Después anímalo a repetir una oración sencilla como la que sigue: Jesús, perdóname por portarme mal. Te pido que entres en mi corazón y me ayudes a portarme bien. Eso es todo lo que hay que hacer. Jesús dijo: «Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14). Él ansía llegar a ser su mejor amigo y su salvador. Que Dios nos ayude a cuidar bien del más precioso don que nos ha concedido: nuestros hijos. Escrito por D.B. Berg. Extraído de la revista Conectate. Utilizado con permiso.
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